Las últimas 24 horas han sido peculiarmente surrealistas. Después de comer una tormenta tropical cayó encima de nosotras. Si alguna vez Asterix y Obelix llegaron a tener miedo de que el cielo les cayera encima, es que no habían estado aquí. ¡Porque literalmente se nos cayó el cielo encima! Una de las paredes de la sala en la que estamos las cuatro trabajando se transformó miraculosamente en una cascada interior que encharcó toda la sala. Y con dos horas por delante de trabajo, y el cielo desplomándose encima del Bajo Lempa, nosotras solo podíamos pensar en nuestras maletas y sacos abandonados en las cabañas de mentira en las que vivimos. Visualizando el metro y medio de mosquitera (rota) que separa la pared del techo de nuestro cubículo 3x3, a través de la cual el viento debía estar arrastrando el temporal que estaba cayendo, llegamos a ver nuestras maletas colgadas con cangrejos azules de la litera. La realidad que nos encontramos no era tan distinta: las camas mojadas por la lluvia, pero sin cangrejos que hubiesen rescatado nuestras maletas.
La media hora más extraña de mi vida. Indescriptible. En cualquier momento ese coche se iba a caer a trozos. Moti de copi, “derecha rrras”, limpiando con un trapo el cristal que se empañaba constantemente. Clara y Adriana detrás con una risa más nerviosa que de diversión, sufriendo por su integridad física. Siempre marcando 0km/h por mucho que pareciese que estábamos en un rally. Mario Bros lo tiene mil veces más fácil que nosotras en ese momento: ¡no paraba de encontrar obstáculos! Y cada vez era más oscuro. Una vez oscureció, las vacas se apoderaron del camino, y es que en esta zona, como los campos se inundan, los campesinos dejan sus vacas en medio del camino. No he tocado tanto el claxon ni cuando el Barça gana la Champions… ¡y es que las vacas del Bajo Lempa no se mueven ni así! Pedir perdón a una vaca (es que me miró realmente mal después de llamarla capulla!) o estar a punto de quedarnos atascadas en un arcén para poder pasar fueron la culminación de una gran tarde. Eso sí, los sapos no se salvaron de ser atropellados en masa... sin querer, en serio!
Después, una ducha en agua fría realmente necesaria, cena en el porche Port Aventura y a dormir en nuestra estimada mosquitera (supongo que con el roce, le acabaremos cogiendo el cariño).
Hoy nos hemos levantado con un día despejado. Aunque no sé lo que nos espera, ya que cada día supera al anterior, y a este paso el blog se quedará corto y procederemos a escribir una novela entera.
Solo mencionar que hoy es el aniversario de nuestro “queridísimo” amo de llaves: Octavio “Octavancio” el de la teoría de la capitalización, al cual le dedicaremos una entrada entera una vez nos deje de sorprender, ya que realmente se la merece.
Un beso desde Papiol cada día más remoto.
I nar tronant per Papiol!
ResponderEliminar