jueves, 21 de julio de 2011

Desayunando con Yoyo

Comprobado: una prolongada exposición al Bajo Lempa provoca estado de locura, en ocasiones irreversible.

Nunca me han gustado las tormentas, lo admito. Me muero de miedo cada vez que el cielo se ilumina con un relámpago. Me estremezco con cada trueno. Pero las tormentas tropicales del Bajo Lempa se están llevando la palma. Cada atardecer, después de un día soleado y con un calor insoportable, se nubla el cielo. Cuando oscurece, el perfil de los árboles en el horizonte se perfila cada pocos minutos. El cielo se ilumina como si de una sesión de fotos se tratara. Es precioso, pero acojona. Un rayo a pocos kilómetros y el estruendo más fuerte escuchado en años. Ayer sonó un trueno tan fuerte que cuando Carlos y Ceci aparecieron en la puerta preocupados por mi unos segundos después, yo estaba totalmente paralizada. Moti tampoco se salvó de un buen susto. Después de luchar mentalmente contra una cucaracha en el baño y ser rescatada por Abigail, mientras se duchaba tuvo que sobreponerse al miedo a morir electrocutada. Y es que el estruendo del trueno fue tal que Marta sufrió por si se electrocutaba entre cazo y cazo de agua fría. Suerte que llevaba sus zapatillas de goma con la flor azul. Creo que me estoy acostumbrando a las tormentas. O más me vale, pues aún me queda mes y medio de sesiones de hardcore nocturnas.

Los problemas de vestuario están empezando a salir a la luz. Nuestra colección de harapos está empezando a pasar a formar parte de la ropa sucia, y empiezan a quedar solo los conjuntos monos, que obviamente con botas de montaña o deportivas quedan un tanto peculiares. Creo que será necesaria una visita a Wall-Mart en breves.

Pero el momento del día ha sido nuestro desayuno con Don Yoyo. Yoyo es el lorito verde al que Claudia está enseñando a hablar. Pero es que ya le ha enseñado a comer en la mesa. Hoy durante el desayuno Yoyo nos ha deleitado con sus gráciles movimientos por la mesa, mientras ayudaba a Claudia a acabarse su bol de choco-crispies. Un auténtico espectáculo de pájaro.

Hemos presenciado una reunión con el comité de mora al más puro estilo juzgado americano. Un moroso que pretendía renegociar el plazo de pago, sentado en el “banquillo de los acusados”, siendo interrogado por todo el comité. Un tanto peculiar.

Finalmente una excursión a la gasolinera en busca de nuestra dosis vital de Twix. Una pickup de la policía que pasa a nuestro lado y nos dice “¿Pero ya las robarán?”, una respuesta entre risas “No hombre, no”. “Igual las vigilamos”. Cincuenta metros más adelante, supongo que cansados de conducir a nuestro ritmo se han ofrecido a acompañarnos en coche los 200 metros de camino que quedaban. Ya sabemos que pase lo que nos pase, en San Vicente siempre tendremos a la policía de nuestro lado.

Mañana ya volvemos a la civilización. Este fin de semana toca montaña. Misión: aprendernos de memoria los 14 volcanes del Salvador. Por ahora con Chaparrastique ya tenemos suficiente

Un abrazo desde Papiol muy remoto.

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