lunes, 18 de julio de 2011

Banda sonora: Taboo

Ya hemos vuelto a instalarnos en el Playón, Bajo Lempa. El calor pegajoso y los dos kilos de antimosquitos que nos hemos tenido que poner al bajar del coche para evitar el ataque masivo de los zancudos así nos lo indican. Nos queda una semana por delante, con ganas de trabajar y con mil cosas que contar, pues hoy nos instalaremos en nuestra nueva casa. Además esta semana ya no estamos con Adriana y Clara, que nos han abandonado para quedarse en la "civilización" en Tecoluca, con su nuevo proyecto.

Pero el fin de semana en San Salvador ha dado mucho de sí. Hemos podido recargar pilas, relajarnos y sobretodo, reírnos mucho.

Despues de un viernes por la tarde tranquilo salimos de fiesta a Multiplaza. Y es que en San Salvador suelen salir de fiesta en los mismos centros comerciales donde por la tarde te peleas con el tendero de Tigo (compañía teléfonica) para que te venda un USB con internet sin que te cueste un ojo de la cara. Jarras de chupitos antes de entrar en la discoteca y una vez dentro, darlo todo en cada temazo de reggeaton como si fuera el último baile. Ramiro, el hijo de Ondina, fue nuestro gran anfitrion, pues es un experto cuando se trata de fiestas. Su séquito: un seguro a que no pudieramos aburrirnos. Creo que Raquel no había descubierto sus movimientos latinos hasta que fue obligada a ser la estrella de la pista por uno de ellos.

El sábado tuvimos un encuentro con el Padre Andreu, rector de la UCA. Este mossèn catalán que después de catorce años en El Salvador, tiene un deje latino en su castellano con acento de "la nostra terra", se encargó de mostrarnos la universidad y de relatarnos los sucesos que el 16 de septiembre de 1989 marcaron la historia de la UCA. A veces nos sorprende la importancia que le dan al recuerdo de sucesos como el asesinato de Monseñor Romero o de los seis jesuitas de la UCA, y lo fácil que cierran los ojos ante las víctimas que la actual guerra de cárteles y maras se está cobrando. No es que se deban pasar por alto los asesinatos de esa guerra pasada, ni mucho menos. Pero debería servir, todo ello, para luchar con más fuerza ante las injusticias actuales.

Compras en Wall-Mart y Harry Potter, acabaron de configurar un sábado pacífico, con grandes expectativas ante nuestros planes de playa del domingo.

Último día antes de volver al trabajo y Moti obsesionada en que va a volver de El Salvador más blanca que si se hubiera pasado todo el verano encerrada en la biblioteca. La solución: domingo de playa.

Toda la troupe encajada en dos coches camino a la Costa del Sol. Con este nombre yo también esperaba Benidorm en el camino, ya que nos habían avisado de que es una de las zonas más turísticas de El Salvador. Pero al llegar la gran sorpresa fue la tranquilidad del rancho y una playa desierta ante nosotros donde las olas del Pacífico jugaban a destrozar nuestro equilibrio. Ha quedado demostrado que las mejores playas no son siempre las de aguas más azules.


Esponsorizados por Pilsener, un gran día de sol y playa con siesta incluida en las hamacas y una vuelta a casa que puso a prueba la paciencia de Gerardo: Moti y yo, con antojo de comer coco, nos pasamos 15 minutos dentro del coche repitiendo de forma sistemática la palabra "coco" con intervalos de tres segundos, como si fuéramos niñas de cinco años.

Pupusas para cenar y un sueño reconfortante antes de volver a nuestro querido Bajo Lempa, a sabiendas que siempre nos quedará el mar. Un beso desde Papiol de nuevo bastante remoto.


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