lunes, 25 de julio de 2011

Mil millones de estrellas

Creo que ni en el planetario del CosmoCaixa se ven tantas estrellas como en el cielo de la Sabana. Es realmente impresionante. Me podría pasar horas con la cabeza levantada mirando las estrellas. Cada trocito de cielo es un universo. Y lo mejor de todo: la idea de que en ese mismo instante puede haber alguien buscando la estrella polar o contemplando la via láctea en otra parte del mundo, y estar viendo casi lo mismo que yo en el cielo, me fascina.

Y es que poco a poco este pequeño país nos está enamorando. ¡Cabal que nos fascine! Si hasta estamos empezando a hablar como ellos. Porque os lo juro, aunque todos hablemos español, no hay forma de que sea el mismo idioma esto que se habla aquí y lo que nos enseñan en la escuela. “Ni modo” para mostrar resignación, “como no” para decir por supuesto, “cabal” cuando algo está muy claro, “chivo” para referirse a algo guay,… y por supuesto la clase de nombres de hortalizas impartida a la hora de cenar: empezando por el güisquil y una serie infinita de nombres que no habíamos escuchado en nuestra vida. Una lección de lengua indígena de El Salvador nos ha dejado con ganas de escuchar esta extraña lengua hablada entre habitantes de Izalco, uno de los pocos pueblos de este país donde aún se conserva un lenguaje encriptado por la magia del tiempo.

Aunque ya hemos podido saborear un aperitivo de la esencia de estos pueblecitos en la Ruta de las Flores. Artesanía y quizás un poco demasiado de enfoque turístico en las pequeñas aldeas con un encanto especial que conforman la llamada Ruta de las Flores, aunque las únicas flores que viésemos fueran las pintadas en las farolas. Un domingo tranquilo antes de volver al Playón.


Una despedida de San Salvador digna de enmarcar. Después de cenar subimos a uno de los miradores del volcán a tomar chocolate caliente. La vista de todas las lucecitas de esta maravillosa ciudad donde vive la mitad de la población del país: impresionante. Pero me temo que el protagonista fue el chocolate caliente. Y que alguien me explique la extraña costumbre en este país de hacer chocolate caliente con agua en vez de leche. ¿Qué no se dan cuenta que queda aguado? No hay manera de que lo entiendan. Ante la negación de Moti y mía de acabarnos el vasito de chocolate aguado, decidimos bajarlo hasta casa. Y al subiros al coche: ¡fuente de chocolate! Y es que Marta tiene unas luces. Habiendo posavasos quien deja un vaso en el salpicadero… Aroma a chocolate para los próximos 2 años, gentileza de Moti.

Vuelta al Bajo Lempa con expectativas de vacaciones la semana que viene. Buceo y fiesta en Utila, what else?

Un abrazo desde Papiol remoto!

1 comentario:

  1. Impresionante el cielo, nosotros tambien flipamos este fin de semana en el crater de Maragua. Creo que cada vez me gusta mas la no civilización y la naturaleza pura, ver la vía lactea no tiene precio. Ya veo que estáis a tope por la Cope por ahí. Espero que no bajeis el ritmo!!Cuidaros

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