miércoles, 10 de agosto de 2011

Del ryanair al jet privado de los autobuses

San Nicolás – San Salvador – La Ceiba – Utila – La Ceiba – San Pedro Sula – Copán Ruinas – Antigua Guatemala – Panajachel – Santiago – San Pedro – Panajachel – Chichicastenango – Antigua Guatemala – Guatemala City – San Salvador – El Playón.

10 días. 3 países. 6 autobuses. 4 shuttles. 3 barcos. Mil sonrisas. Un millón de historias. Un gran viaje.

Pero ya tendréis tiempo de leer nuestras historias en Honduras y Guatemala. En esta entrada del blog queremos explicaros nuestra experiencia ante la aventura de utilizar el transporte en Centroamérica. Y es que un total de 47 horas entre autocares, furgonetas y barquitos no tiene desperdicio. Hemos sufrido desde el ryanair de los autobuses hasta el jet privado de los autocares.

Nadie, y cuando digo nadie es nadie de verdad, nadie puede explicar lo que es realizar el trayecto de la ruta 302 del Salvador y transmitir al 100% la experiencia vivida. Un autobús de high school americano jubilado. Pintado de todos los colores posibles, santuario sobre ruedas dedicados al Barça y a Dios. Excediendo por supuesto cualquier ley que regule el número de personas en un automóvil y dejando un rastro de humo negro por todo el camino. Subirse y bajarse en cualquier punto de la carretera con la ayuda del revisor, ya que apenas se para ante cualquier persona que realiza la señal establecida por la carretera. Una vez acomodado en el interior el espectáculo empieza. Si alguna vez nos hemos agobiado cuando en Ryanair parece que quieran vendernos la luna, es que no habéis subido al autobús de la 302: definitivamente pretenden venderte el universo entero. En dos viajes de hora y media hemos visto pasar ante nosotras vendedores de quesadillas, helados, caramelos, zumos, refrescos, pepinos,… a dólar o a cora. Aunque los mejores han sido los grandes vendedores poniendo en práctica el SPIN aprendido en Marketing Channels: el planteo ante la posibilidad de no poder leer los carteles de lejos o de acabar el día cansado que se derivaba en la catastrófica posibilidad de quedarse ciego o de tener un derrame cerebral. Siempre nos venden la gran solución por el módico precio de un dólar (en promoción especial, por supuesto): colirio de zanahoria o comprimidos de vitaminas. Lectura de la prensa para que compremos el periódico. Discurso conmovedor para comprar regaliz. Un bombardeo de información que casi provoca que Marta quisiera comprar un librito de introducción a la informática (imágenes del Windows 95) o de leyendas del Salvador a 50 céntimos de dólar… ¡Un chollo!

Un autocar lleno de salvadoreños camino a la Ceiba. Doce horas intentando dormir por una carretera hondureña que creo que no podía tener más curvas. Sentadas al lado del baño y un shift de Airwik que ambientaba el aire cada 15 minutos.

En el otro extremo: viajar con primera clase en Hedman Allas o la vuelta a casa con Pullmantur. ¡El jet privado de los autocares! Ojalá el vuelo de Miami a Frankfurt que nos espera de vuelta a casa fuera a ser la mitad de cómodo.

El ferry a Utila, otra historia. Hora y media encerradas en una cabina condenadas a sufrir los mismos vaivenes que el barco pirata de Port Aventura ponían a prueba el estómago de cualquiera. Suerte que el paseo por el Atitlán fue de lo más placentero bajo el sol guatemalteco.

Última gran experiencia: los shuttles. Furgonetas con todo nuestro equipaje atado en el techo bajo amenaza de lluvia y de que el zurcido de la mochila de Moti no aguantara la presión.

Hemos sufrido en cada trayecto por si algo no salía según lo esperado. Pechos capitalizados, pasaportes escondidos, una cartera falsa preparada por si nos atracaban. Pero todo ha salido según lo planeado. Todo. Hemos disfrutado de las comodidades del jet privado de los autocares y nos hemos reído con las situaciones irreales del ryanair de los autobuses.

Definitivamente, los 4 nuevos sellos en nuestro pasaporte son la garantía de todos los kilómetros recorridos por Papiol.

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